Città di Castello a principios del siglo XVI: Vinculada a España por un personaje de desdichada memoria.

Città di Castello, situada al noroeste de Umbría, cerca del límite con Toscana, en el territorio conocido como la Valtiberina, está a unos 35 Km. de Perusa.

La espléndida ciudad, de características arquitectónicas renacentistas, repleta de obras de arte y sede de una de las mejores pinacotecas de Umbría, de un excepcional museo de arte contemporáneo, de una catedral tan bella como singular, así como de muchas otras joyas que, en lo que me quepa, os intentaré ir comentando poco a poco, fue fundada por los umbros, cerca del año 1.000 a.C., pasando después a manos de los etruscos y, finalmente, a las de los romanos, quienes, en el siglo I a.C., hicieron de ella un municipio al que llamaron Tifernum Tiberinum, por su posición geográfica cercana a la orilla izquierda del río Tiber, a su paso por esas latitudes.

A mediados del siglo VI de nuestra era, la localidad, cristianizada por San Crescenziano, hacia el siglo IV, y, después, torturado y muerto en el lugar, que había adquirido incluso la categoría de sede episcopal, fue saqueada por las hordas del rey ostrogodo Totila, quienes borraron de la faz de la tierra la que, otrora, fuera hermosa y próspera urbe romana, administrada prácticamente por el célebre y riquísimo investigador romano Plinio el Joven, quien, según las fuentes históricas de la época, y lo relatado en sus propias cartas, se había prodigado en construir templos, villas y monumentos de relevancia. De momento, solo han aparecido vestigios de arte y arquitectura romana en la parte sur de la ciudad, en la zona llamada la Mattonata, además del lugar, en la cercana localidad de Santa Fiora, en el que estuvo ubicada la villa de Plinio el Joven. Ese hallazgo se debe a la labor realizada conjuntamente por investigadores de las universidades de Perusa y Alicante.

Seguidamente a su destrucción por los bárbaros, el Obispo Florido, elevado más tarde a los altares y actual patrono de Città di Castello, procedió a su reconstrucción, así como a amurallarla. Pasó entonces a llamarse Castrum Felicitatis, después Civitas Castelli, adquiriendo su denominación actual en el siglo XII. A continuación, tanto la ciudad como los territorios transapenínicos se convierten en un feudo importantísimo de los güelfos, de cuya dominación se conservan los impresionantes palacios dei Priori y del Podestà, respectivamente, obras del insigne arquitecto Angelo de Orvieto.
A partir de la segunda mitad del siglo XIV, el Cardenal Álvarez de Albornoz integra la ciudad en los Estados Pontificios, y después de un período oscuro y violento bajo el poder despótico de Brancaleone Guelfucci, pasa, tras muchas vicisitudes, en 1422, a convertirse en feudo del célebre capitán de fortuna Braccio Fortebraccio da Montone, vástago de una ilustre familia, gracias al apoyo del Papa Martín V. La ciudad seguirá en poder de su familia hasta 1440, cuando las familias más poderosas del lugar inician a disputarse a «brazo partido» el dominio de la ciudad que, finalmente recae en los Vitelli, quienes no contentos con el gobierno oligárquico formado, en un principio, entre las familias de mayor abolengo local, asesinaron a unos y pusieron en fuga a otros, para apoderarse de la muy rica y hermosa Città di Castello.
ero también a los Vitelli les tocó vivir una tragedia, que recayó sobre el destino de la hermosa ciudad, y sobre la que se ha abundado en los anales de la historia. No obstante, no puedo por menos de relatarosla, aunque sea a grandes rasgos, pues, de alguna manera, forma parte tanto de la memoria histórica de los ciudadanos de Città de Castello, como de la de los españoles.

En 1502, en el transcurso del sangriento encuentro de Senigallia (provincia de Ancona), en el que el temible César Borgia – invasor de la región de Romaña, artífice de asedios y de muertes masivas en las ciudades de Imola, Forlí y Faenza, gracias a lo cual, desde el año 1500, se había convertido en Duque de Romaña, habiendo asimismo conquistado el Ducado de Urbino, reunió a distintos señores feudales de territorios no excesivamente lejanos a los suyos, entre los que se encontraba también Vitellozzo Vitelli, entonces señor de Città di Castello, quien es asesinado por orden de César Borgia. A causa de ese crimen, la ciudad y su área territorial caen en su poder, cerniéndose sobre el territorio el que, quizá, fuera el año más terrible de su historia.
Así fue como ese personaje que, en 1493, hubiera sido nombrado Cardenal de Santa María de Nuova, añadió a su lista de títulos y presuntos honores manchados de sangre, traiciones y corrupciones e, incluso, en 1498, la sospecha de fratricidio de su hermano Juan, el de Duque de Città de Castello.

César Borgia fue uno de los políticos, alto jerarca de la Iglesia y capitán de fortuna, más depravados y astutos de la Italia central de entre la última décadas del siglo XV y principios del XVI. De hecho, se dice que Niccolò Macchiavelli se inspiró en él para escribir su tratado «El Príncipe». Mantuvo su dominio en Città di Castello hasta la muerte de su padre, en 1503: el español Rodrigo Borgia, quien llegaría a ser Papa bajo el nombre de Alejandro VI.

En 1504, César Borgia es condenado a prisión y trasladado a España, pero consigue fugarse y se refugia en Viana, Navarra, gracias a la ayuda de su cuñado, Juan III d’Albret, entonces Rey consorte de Navarra.
Muere en 1507, a los 31 años, en la batalla contra el Conde de Lerín, librada para arrebatarle ¿cómo no? el señorío de Viana. No obstante, el Conde de Lerín, le concede sepultura en la Capilla Mayor de la Iglesia de Santa María de Viana, en un mausoleo tan lujoso como imponente.

Unos 50 años más tarde, un sabio hombre de Dios, entonces Obispo de Calahorra, se indigna al conocer ese hecho, considerando sacrílego que el cuerpo de semejante energúmeno descansara, entre en el mayor boato imaginable, en la casa del Señor, por lo que ordena que se desentierren sus restos y que se sepulte lo que quede de él en la calle, en el suelo, frente a la Iglesia, «para que los hombres y las bestias puedan pisotear sus pecados», haciendo destruir sin demora el inmerecido mausoleo.
Pero, lamentablemente, la última palabra en Viana no la tuvo aquel justo y diginísimo Obispo de Calahorra, pues después de una serie de vicisitudes con los restos del infame personaje, iniciados a finales del XIX, en el año1953, se le vuelve a dar sepultura frente a la Iglesia de Santa María de Viana, además de erigir un busto en su memoria. La lápida de marmól que cubre entonces sus restos reza así:

César Borgia, Generalísimo de los Ejércitos de Navarra y Pontificios. Muerto en Campos de Viana, el 11 de Marzo de 1507.

¿Os recuerda a algo o a alguien, o ambas cosas a la vez, esa inscripción «grandilocuente»?.

Estos días sigo con Città de Castello y os cuento otras cosas no menos interesantes, pero, sin duda, mucho más hermosas y felices. Iguales que mis deseos para el 2008, para todos vosotros y, si queda un poco de sitio.. también para quien suscribe.

Sylvia

Deja un comentario